En cierto momento parece que dan ganas de encender en llamas su cuerpo horrible en una galería de arte, y junto con él tirar al fuego tantas historias mujeres, de niñas, de niños, “depredados” por adultos enfermos.
-Mataremos al tipo en el instante en que me mire, cuando el brillo del deseo lo delate, y nos iremos todos juntos, huyendo del fuego, extrañamente felices confundiendo nuestra infancia con la de oscuros asesinos- pensé.
Pero no lo hicimos, ni lo vamos a hacer.
La infancia debería ser otra cosa.